Lectura Cid (lectura alternativa a La Celestina).

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Lectura de Mio Cid. Preparar las preguntas señaladas en el libro y localizar estos fragmentos.
A) Situarlo en el conjunto de la obra.
B) Reconocer quién los dice y a quién se lo dice.
C) Señalar qué importancia o relevancia tienen en el conjunto de la obra.
D) Explicar con qué temas o cuestiones están relacionados.

Ya aguijan a los caballos, ya les soltaron las riendas.
Cuando salen de Vivar ven la corneja a la diestra,
pero al ir a entrar en Burgos la llevaban a su izquierda.
Movió Mío Cid los hombros y sacudió la cabeza:
"¡Ánimo, Állvar Fáñez, ánimo, de nuestra tierra nos echan,
pero cargados de honra hemos de volver a ella!”.
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Ya por la ciudad de Burgos el Cid Ruy Díaz entró.
Sesenta pendones lleva detrás el Campeador.
Todos salían a verle, niño, mujer y varón,
a las ventanas de Burgos mucha gente se asomó.
¡Cuántos ojos que lloraban de grande que era el dolor!
Y de los labios de todos sale la misma razón:
"¡Qué buen vasallo sería si tuviese buen señor!"
A los que conmigo vengan que Dios les dé muy buen pago;
también a los que se quedan contentos quiero dejarlos.
Habló entonces Álvar Fáñez, del Cid era primo hermano:
"Con vos nos iremos, Cid, por yermos y por poblados;
no os hemos de faltar mientras que salud tengamos,
y gastaremos con vos nuestras mulas y caballos
y todos nuestros dineros y los vestidos de paño,
siempre querremos serviros como leales vasallos."
Allí le besan las manos su mujer y sus dos hijas
y todas las otras damas de quien ellas se servían.
"Gracias a Dios y a vos gracias, Cid, de la barba crecida,
cosas que vos decidáis son cosas bien decididas.
Nada les ha de faltar, mientras viváis, a mis hijas".
"Padre, cuando nos caséis seremos las dos muy ricas".
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"Mi mujer, doña Jimena, sea lo que quiera Dios.
A vos os digo, hijas mías, doña Elvira y doña Sol,
que con este casamiento ganaremos en honor,
pero sabed que estas bodas no las he arreglado yo:
os ha pedido y rogado don Alfonso, mi señor.
Lo hizo con tanta firmeza, tan de todo corazón,
que a aquello que me pedía no supe decir que no.
Así en sus manos os puse, hijas mías, a las dos.
Pero de verdad os digo: él os casa, que no yo".
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El Campeador entonces por el cuello le cogió,
como quien lleva un caballo en la jaula lo metió.
Maravilláronse todos de aquel caso del león
y el grupo de caballeros a la corte se volvió.
Mío Cid por sus yernos pregunta y no los halló,
aunque los está llamando no responde ni una voz.
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Lleváronse los infantes los mantos y pieles finas
y desmayadas las dejan, en briales y camisas,
entre las aves del monte y tantas fieras malignas.
Por muertas se las dejaron, por muertas, que no por vivas.
¡Qué suerte si ahora asomase el Campeador Ruy Díaz!
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Ved cómo crece en honores el que en buenhora nació,
que son sus hijas señoras de Navarra y Aragón.
Esos dos reyes de España ya parientes suyos son,
y a todos les toca honra por el Cid Campeador.
Versión en castellano moderno de Pedro Salinas.


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